El amor por las letras, impulsar el desarrollo del pensamiento en sus estudiantes y formar con cariño, lo heredó de sus padres José y Emma. La Escuela Normal de Ancud hizo el resto al afianzar su compromiso educativo y social.
Nelly Andrade Pinto, de 96 años, es más que una profesora normalista de la vieja escuela, es una mujer con una gran iniciativa y responsabilidad comunitaria. El año 1957, cuando regresó a la escuela N° 9 de su querido Queilen, tras años de labor en la Región Metropolitana, no solo decidió abocarse a su labor como educadora, sino que se volvió un ente activa de su comunidad.
Con el firme convencimiento de que los jóvenes son el motor de la sociedad, Nelly incentivó a muchas generaciones a aportar al desarrollo de la alicaída y aislada comuna. Organizaciones y comités de adelanto para lograr un hospital, tener luz eléctrica y la campaña del Tablón para reparar el muelle queilino, fueron sus primeras actividades. Luego, ocuparon su mente y su corazón el grupo Scout, el Centro Juvenil, la agrupación Marie Poussepin y muchos más. Y porque educar no es solo entregar conocimientos, sino que enseñar con el ejemplo, su mayor propósito siempre fue el voluntariado en el Cuerpo de Bomberos de Queilen y su Brigada Femenina. Hoy sigue siendo bombera, la más antigua de Chiloé, y con mucho orgullo y lo refleja en cada pared de su living, donde se lucen sus galvanos bomberiles y fotografías donde sale firme y uniformada con los colores rojos de la institución.
Ser nieta de Nelly Andrade Pinto es un honor quizá inmerecido. Su herencia va más allá de una calle con su nombre. Es un compromiso quizá difícil de superar. Por ello, creo que su legado debe trascender no solo en sus familiares, sino en las instituciones en las que participó y enseñó con el ejemplo la importancia de la colaboración espontánea y desinteresada.
Escrito por su nieta, Camila Nelly Cárcamo Sepúlveda
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